Ataecina: la diosa olvidada de la Hispania Romana

Cuando pensamos en la Hispania prerromana y romana, solemos imaginar una tierra dominada por dioses romanos como Júpiter, Minerva o Marte. Sin embargo, mucho antes de la llegada de Roma, ya existían deidades locales profundamente arraigadas en el territorio. 

Una de las más fascinantes es Ataecina (o Ataegina), diosa de la fertilidad, la regeneración y el inframundo, cuyo culto pervivió incluso después de la romanización.

La que siempre regresa

El nombre de Ataecina se interpreta como "la que vuelve a nacer", un concepto que simboliza el ciclo de la vida, muerte y renacimiento. Este significado la vincula directamente con los ciclos agrícolas y la regeneración de la naturaleza, un aspecto vital para las comunidades rurales de la Hispania antigua. 

Su culto floreció especialmente en la región de la Lusitania (actual Portugal y Extremadura) y en la Bética (Andalucía), donde era adorada como una guía hacia el más allá y protectora de la fertilidad.

Los misterios del culto a Ataecina

A diferencia de otros cultos más conocidos, no se han encontrado representaciones visuales de Ataecina. Sin embargo, las inscripciones epigráficas nos ofrecen una ventana crucial a su veneración. 

Muchos de estos textos, grabados en piedra, son ofrendas de agradecimiento a la diosa por favores concedidos, especialmente relacionados con la salud, la fertilidad y la protección.

En Mérida, la antigua Augusta Emerita, y Alcántara, su culto estuvo muy presente. Los fieles acudían a santuarios locales para pedir ayuda o expresar gratitud, dejando inscripciones como prueba de su devoción. 

Uno de los lugares más misteriosos asociados con Ataecina es Turobriga, cuyo paradero exacto sigue siendo desconocido, pero que se menciona en varias inscripciones como un centro importante de culto.

Sincretismo: Ataecina y Proserpina

Con la llegada de Roma, Ataecina se fusionó con las deidades romanas del inframundo, especialmente Proserpina (la Perséfone griega) y Hécate. Este proceso de sincretismo religioso fue habitual en la romanización, donde las creencias locales se adaptaban y coexistían con los cultos oficiales del Imperio. De hecho, en algunas inscripciones se la menciona como Ataecina Proserpina Turibrigensis, mostrando cómo la tradición local se entrelazó con la romana.

Sin embargo, a diferencia de Proserpina, que es una figura más conocida en la mitología clásica, Ataecina mantiene un carácter único, estrechamente ligado al territorio ibérico. Su símbolo más característico es la cabra, animal asociado a la fertilidad y la vitalidad, lo que refuerza su conexión con la naturaleza y la continuidad de la vida.

El olvido y el redescubrimiento

El culto a Ataecina desapareció con el tiempo, eclipsado por la expansión del cristianismo y la decadencia del paganismo. Sin embargo, su legado persiste en las inscripciones y en los topónimos que aún se conservan en la península ibérica. El redescubrimiento de esta diosa nos permite vislumbrar una Hispania rica en creencias y prácticas religiosas propias, un testimonio del sincretismo cultural que caracterizó la romanización.


Ataecina nos recuerda que la historia está llena de figuras olvidadas, dioses y diosas que una vez fueron el centro de la vida espiritual de pueblos enteros. A través de su culto, podemos comprender mejor cómo las culturas locales resistieron, adaptaron y transformaron sus creencias ante la llegada de un imperio tan poderoso como el romano. Redescubrir a Ataecina es también redescubrir una parte esencial de nuestra identidad histórica y cultural.


¿Conocías a Ataecina? ¿Qué te parece su legado? ¡Déjame tu opinión en los comentarios!

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