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¿Quién fue Atila? (III)

La guerra de los imperios 

Atila parecía invencible, luego de otra guerra con los romanos orientales en el 448, puso a Constantinopla de rodillas.

Los hunos tenían el control total de los Balcanes, así como un gran tramo del territorio al este y una gran franja del territorio al sur del Danubio.

Atila había convertido en un arte refinado la práctica de extorsionar al Imperio Romano.   

Sólo tenía que gruñir o sacudir el sable y los emperadores romanos enviarían mensajeros diplomáticos corriendo a través del Danubio cargados con regalos y peticiones de perdón.

No obstante, las acciones de Atila durante este período sugerían que estaba perdiendo la calma. Sus demandas se hacían más severas y extravagantes.

Quizá sólo quería ver cuanto más podía presionar a los romanos. 

Honoria entra escena

En julio del año 450 d.C., una joven mujer de espíritu libre llamada Honoria entró en escena. Era la hermana de Valentiniano III, emperador del Imperio Romano de Occidente.

Honoria se había convertido en una deshonra para la familia real después de haber sido capturada en una posición comprometedora con su mayordomo.   

Éste fue ejecutado por su indiscreción y Honoria fue casada con un burócrata sin ambiciones. Aún rebelde, Honoria envió un mensaje a Atila pidiendo su ayuda.

Ella le envió su anillo y una carta donde le ofrecía convertirse en su esposa si él la liberaba de su situación.

Él, como prometido de la hermana del emperador, exigía la mitad del Imperio Romano de Occidente como dote. Pocas propuestas de matrimonio han amenazado con tener consecuencias tan catastróficas.   

No le tomó mucho tiempo a Atila pensar en el ofrecimiento. Envió un mensaje inmediatamente a Valentiniano pidiendo que Honoria fuese liberada y así se podrían casar.

El emperador romano envió una procesión de embajadores a Hungría para razonar con el rey de los hunos.

Honoria casada con otro

Cada uno llevaba el mismo mensaje: Honoria no sería liberada, después de todo ya estaba casada.   

Cada embajador también llevaba un nuevo cargamento de regalos para hacer el mensaje más atractivo. Atila aceptó los regalos pero no la respuesta de Valentiniano.

Más mensajeros fueron enviados, pero la crisis no se resolvió. Durante este período, Atila también exigió el regreso de los fugitivos que habían escapado a través del Danubio.   

El emperador Teodosio sostenía que no había fugitivos en el Imperio Oriental. Entonces el rey huno comenzó a amenazar con la guerra. Se enviaron más embajadores para resolver las cosas, por supuesto todos llevaban regalos. Atila se volvió cada vez más obstinado y exigente sobre el rango de los embajadores que enviaban.   

En cierta ocasión rechazó ver a una delegación romana, pero insistió en que dejaran los regalos de todos modos. Cuando se negaron, amenazó con ejecutarlos.

Lucha entre Atila y Aecio

Ahora era inevitable que Atila y Aecio, su antiguo amigo y aliado, se encontraran en el campo de batalla. En el año 450, este prospecto se convirtió en realidad cuando Atila anunció que iba a iniciar una guerra contra los enemigos tradicionales de los hunos, los visigodos.

Sostenía que su campaña no estaba dirigida contra el Imperio de Occidente.   

Pero el lugar de los visigodos era Galia y, para los romanos, Galia era aún parte del imperio. Para los romanos, la perspectiva que los hunos ganaran Galia era impensable. Aecio no tenía la fuerza militar para enfrentarlos solos.

Su única esperanza era convencer a los visigodos de dejar a un lado sus diferencias con los romanos y unirse contra su enemigo común, los hunos. 

Atila y la Galia

Aecio se encontraba todavía uniendo sus fuerzas en Italia, cuando Atila marchaba hacia el oeste, en las afueras de Hungría, encabezando un enorme ejército multi-tribal hacia la Galia central.

Según los cálculos, la fuerza del ejército huno era de medio millón de hombres. Éste gran ejército cruzó el Rin en el año 451 d. C. El pánico se extendió como pólvora a medida que entraban en Galia.   

Ciudades y pueblos ardieron. A medida que los hunos avanzaban en la Galia, encontraban ciudades vacías; los ciudadanos huían aterrorizados.

En mayo, el ejército de Atila había llegado a la ciudad de Orleans. Ésta se mantuvo bajo sitio como ninguna otra ciudad. Finalmente las fortificaciones cedieron.   

Sin embargo, mientras los hunos entraban a la ciudad, el ejército armado la tomaba por asalto. El contingente romano guiado por Aecio y los visigodos por su rey Teodorico.

Todos contra Atila, rey de los hunos

Sorprendido, Atila guió a su ejército a una retirada a 100 millas del lugar hasta las planicies catalanas. Luego trató de reagrupar sus fuerzas. Coordinar esta mezcla de nacionalidades fue difícil, incluso para este afamado estratega.   

Mucho antes de lo esperado, los romanos y los visigodos avanzaron. Los jinetes vencidos de Atila fueron atrapados en el medio de un frente de batalla de cuatro millas de largo. Inutilizados, fueron incapaces de lanzar sus devastadores ataques en los flancos del enemigo.

Encerrados por su propia infantería por un lado y por sus enemigos por el otro, los hunos morían por miles, al igual que los romanos y visigodos. La batalla comenzó en la tarde y duró hasta bien entrada la noche.   

Finalmente, ambos bandos se retiraron, Atila hacia el sur, sus enemigos hacia el norte. El rey huno había sufrido su primera derrota seria.

Sin embargo, el ímpetu de Atila no fue afectado. A su regreso a Hungría, inmediatamente volvió a exigir que Valentiniano liberase a Honoria y cediera la mitad de Italia como dote. 

Valentiniano desenmascara a Atila

En la primavera del año 452 comenzó a sufrir las consecuencias. El ejército huno atacó a través del Danubio cruzando los Alpes Julianos en el norte de Italia.

Aecio no tenía esperanzas de detenerlo, su poderoso ejército aliado del año anterior se había disuelto después de la batalla de las planicies catalanas.

Aecio sólo tenía una sugerencia para Valentiniano: abandonar Italia y trasladar la capital a Galia, seguramente allí estaría a salvo por unos pocos meses.   

El emperador rechazó la idea y decidió ir a Roma y rezar por lo mejor que pudiera pasar. A medida que Atila avanzaba en Italia, ciudad tras ciudad caía frente a su ejército. La mayoría de estas, temiendo el salvajismo de los hunos, sencillamente abrían las puertas de sus murallas.

Aquellas que se resistían eran destruidas y sus ciudadanos asesinados. El norte de Italia había caído frente a los hunos.   

Parecía sólo cuestión de tiempo para que llegaran a Roma. La única alternativa de Valentiniano y Aecio era enviar una delegación y suplicar por la paz. El destino del Imperio Romano y del mundo cristiano estaba en juego. Entonces, decidieron no correr riesgo alguno.

El papa León I y Atila

El papa León I guiaría la delegación al campamento de Atila. El jefe de la Iglesia católica romana fue enviado a encontrarse con “El Azote de Dios”, para discutir los términos del acuerdo.   

Atila recibió al papa en su campamento a orillas del río Mincio. Según se dice, el encuentro fue amigable. Sus términos eran los usuales tributos en oro y alguna otra medida que los romanos no podrían cumplir. Cualquier violación del tratado por parte de los romanos le daría un pretexto para invasiones futuras.   

Finalmente estuvo de acuerdo en retirarse de Italia. En realidad es posible que el ejército de Atila sufriera la plaga. Además el terreno en Italia no era el ideal para las tácticas a caballo que mejor dominaba.

Tenía graves problemas y quizás aceptó cualquier compensación y dejó Italia, porque buscaba un modo seguro de salir él y su ejército de la península itálica. Los romanos creían que Atila accedía a retirarse porque temía la cólera del Dios cristiano.   

En realidad, sus caballos y carrozas estaban ya tan cargados con los botines de saqueos que la movilidad de su ejército se había deteriorado. Y, a pesar que él despreciaba la civilización romana, no tenía ningún deseo de destruirla.

¿Por qué querría destruir una sociedad que había sido su mayor fuente de ingreso?

Atila estaba más que contento con la retirada. 

Colapso y legado 

A finales del año 452, más rico y poderoso que nunca, Atila regresó a su tierra. De inmediato comenzó a planificar una invasión al Imperio Romano Oriental y una fastuosa boda.

Una noble germánica llamada Ildiko lo había conquistado. Según se dice, era joven y hermosa. El rey de los hunos, con 50 años, se caso con Ildiko un día de primavera del año 453.   

Cómo de costumbre, se realizó un gran festín y la celebración duró toda la noche. Atila fue encontrado muerto en su cama a la mañana siguiente, después de permitirse comer y beber en exceso. El rey sufrió una hemorragia nasal y se ahogó en su propia sangre.

Otra teoría dice que fue envenenado por su reciente esposa, quién posiblemente había perdido su familia en una de las invasiones hunas o tendría alguna relación con Aecio, quien la envió para hacer lo que él no pudo.  

Los hunos lamentaron la muerte de su rey rasgándose las vestimentas, cortándose sus cabellos y mutilando sus cuerpos; ya que creían que su máximo líder debía ser llorado no con lamentos femeninos y lágrimas sino con sangre varonil.

Su muerte

El cuerpo de Atila fue colocado en un ataúd revestido de hierro, oro y plata. 

El hierro representaba a sus conquistas; el oro y la plata, los tributos recibidos por ambos Imperios Romanos. A un lado de su cuerpo se encontraban su espada real, su arco y flecha, su lanza y una gran cantidad de joyas y ornamentos.

Según la leyenda, su cuerpo yace en el fondo del río Tisza, en Hungría central. Miles de esclavos levantaron diques temporales que retenían las aguas del río mientras se preparaba la tumba.   

Una vez que se colocaron los restos de Atila, los diques fueron desmantelados, las aguas del Tisza inundaron el fondo del río nuevamente, asegurando que el sitio de descanso eterno de este gran rey huno se mantuviera en secreto por siempre.

Para los romanos, la muerte de Atila fue motivo de alegría. Los imperios se habían salvado. En oriente, el emperador afirmó que Dios le había informado sobre el fallecimiento de Atila la misma noche en que murió: 

“Tuve un sueño –dijo– en el cual el arco roto del rey bárbaro fue traído ante mí”. 

El fin de lo que creó Atila

Cierta o no esta historia, su simbolismo es bastante apropiado; ciertamente, el arco del huno estaba roto. Después de la muerte de Atila, sus hijos asumieron el poder. Pero ninguno demostró ser apto para llevar a cabo la tarea. Los hunos, que bajo Atila habían estado juntos como nunca antes, cayeron en el caos y la guerra civil.   

Para el año 469 d. C. el imperio huno era apenas un recuerdo. Los estudiosos se han acostumbrado a ver los movimientos en la historia como conflictos este-oeste, pueblos bárbaros de oriente amenazando la civilización occidental. Esa tal vez sea parte de la razón de la fascinación por Atila en los siglos subsiguientes.   

Su leyenda

Al igual que las aguas del río que inundaron el lugar del descanso final de Atila, las corrientes del tiempo y del mito revolotean alrededor de su legado.

Al igual que su imperio, que desapareció junto al idioma de su tribu, la historia de su vida y de sus logros cayó en manos del pueblo que aterrorizó en vida. 

En el mundo de habla inglesa es recordado como un bárbaro cruel y destructor. Las raíces de esta concepción pueden rastrearse hasta los historiadores católicos romanos, quienes comenzaron a escribir en contra de los hunos desde antes del nacimiento de Atila. En casi todas estas crónicas Atila es culpable de atrocidades viles e indecibles abominaciones.   

Sus víctimas cristianas inocentes son salvadas por la intervención divina. Esta tradición continuó en el siglo XX cuando, durante las dos guerras mundiales, los británicos usaron a los hunos como metáfora de los alemanes. Un símbolo de la destrucción sin sentido que amenazó al mundo de habla inglesa.   

En el mundo germánico, se ha conservado una idea muy diferente de Atila. Irónicamente, ha sido recordado en forma más favorablemente por aquellas culturas de los pueblos que él conquistó.

Mitología sobre Atila

En las épicas germánicas medievales, como la Canción de los nibelungos, Atila fue representado como un rey pacífico y sin ambiciones, como un esposo y padre modelo casado con una mujer dominante.   

En Hungría es un héroe nacional, un símbolo del pasado noble y orgulloso de la nación; aunque el pueblo húngaro de hoy sólo descienda en parte de los hunos.

Visto en el contexto de su tiempo, Atila fue un hombre de extraordinario talento quién unificó una federación de tribus nómadas dispersas y la convirtió en una de las maquinarias militares más temibles y violentas de la historia.   

Después, con astucia y valor, usó esa maquinaria para rivalizar y conquistar a las grandes potencias de su época. Fue un líder que aprovechó al máximo las oportunidades que la historia le ofreció a él y a su pueblo.

En este proceso, Atila el huno, se elevó de una relativa oscuridad para convertirse en uno de los famosos e infames personajes de la historia.

 

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