Atila, el huno
Es el año 452 d. C., luego de una campaña relámpago en el norte de Italia, Atila, rey de los hunos, guía a sus ejércitos hasta las mismas puertas de Roma.
La capital del imperio más poderoso del mundo antiguo se encontraba ahora a los pies de este temible jefe guerrero.
Su pueblo había arrasado con Europa como una tormenta proveniente de las estepas del Asia central, hacía tan sólo pocas generaciones.
Pero fue Atila quien unificó las tribus hunas. Desde que se convirtió en su líder, en el año 434, se había transformado en uno de los gobernantes más poderosos sobre la faz de la tierra. Sin duda para sus enemigos atemorizados, este notable hombre era “el Azote de Dios”.
Atila, el azote de Dios
Atila el huno fue uno de los conquistadores más exitosos de la historia. En la cumbre del poder mantuvo a casi todas las tribus bárbaras de Europa en un puño y con el otro amenazó con aplastar a todo el Imperio Romano.
Sus éxitos en la guerra le hicieron ganar otro tipo de distinción dudosa. Hace pocos años, la revista “Time” le pidió a un grupo de historiadores que hiciera una lista de los diez hombres más odiados de la historia. Adolfo Hitler fue el ganador indiscutible, pero muchos también colocaron a Atila al principio de la lista.
Para muchas personas el nombre de Atila el huno, evoca barbarie, terror y destrucción. Sin embargo, en algunas partes del mundo, Atila goza de una mejor reputación.
En Hungría por ejemplo, Atila no es sólo un héroe nacional sino un nombre propio muy común. En muchas de las regiones que conquistó es recordado como un gobernante sabio y bondadoso.
Revisión historiográfica de Atila
Incluso en Estados Unidos la gente ha empezado a hacer una revisión de la trayectoria de este gran rey bárbaro. En 1985, un libro titulado Los secretos de liderazgo de Atila el huno, cautivó a muchos líderes políticos y hombres de negocio.
Al igual que Atila, el libro se convirtió en objeto de una gran controversia.
Si bien es muy probable que merezca la reputación de bárbaro, por lo general los historiadores que perpetuaron su imagen demoníaca también fueron motivados por un profundo sesgo religioso y cultural.
Crearon mitos muy duraderos y que difieren en gran medida de los hechos históricos. Asimismo, éstos se oponen a las leyendas que lo describen con un aspecto muy idealizado.
El verdadero Atila fue un líder cruel, carismático y extraordinariamente talentoso. Después de heredar el trono, unificó a las tribus hunas por vez primera.
Bajo su liderazgo, los hunos eran prácticamente invencibles en el campo de batalla. Pero las mayores victorias no fueron siempre combatiendo, también fue un negociante astuto y un líder excepcional que demostró tanta justicia como modestia.
En la guerra, sus ejércitos eran una fuerza irresistible y sangrienta que arrasaba con casi todo lo que encontraba a su paso. Una sola palabra de Atila podía hacer desintegrar reinos y sacudir los cimientos de los imperios.
Atila y la rebelión del poder
Sus orígenes fueron tan oscuros como rápidas sus conquistas.
Se cree que nació alrededor del año 400 d. C., nadie sabe el lugar exacto. Algunos historiadores piensan que su nombre provenía del río Volga, llamado Atil por los hunos.
El padre de Atila, el rey Munsurk, conocía muy bien este río, ya que atraviesa una región de Rusia conquistada por él. También se dice que Atila es la palabra huna para el hierro.
En todo caso, desde su nacimiento, se esperaban grandes cosas de Atila. Durante la vida de su padre, los hunos se habían expandido hacia el sur y el oeste.
Pocos años después del nacimiento de Atila, los hunos habían cruzado los Cárpatos y habían establecido un gran imperio en la actual Hungría. El imponente Danubio servía de barrera entre los hunos y sus vecinos del sur, pero no por mucho tiempo.
¿Cómo vivían los hunos?
En su nueva tierra, los hunos mantuvieron el estilo de vida nómada que habían llevado en la vasta planicie eurasiática durante miles de años.
Criaban caballos, ganado, ovejas y cabras. Vivían en constante movimiento, viajando en carretas y vagones de madera; cargaban con todas sus pertenencias mientras seguían el curso de los ríos y tierras en pastoreo. Los hunos se adentraron en territorios ocupados por numerosas tribus germánicas, incluidas gépidos, godos y vándalos.
Éstas tribus pronto sintieron la fuerza de otra tradición huna: la guerra rápida y brutal. Los hunos destruían cualquier cosa o a cualquiera que se interpusiera en su camino.
Los afortunados huían hacia el sur, al otro lado del Danubio y hacia el oeste, al otro lado del Rin, buscando refugio entre los romanos.
Romanos vs hunos
Para los romanos, todas las tribus europeas que no hablaran latín ni griego eran consideradas bárbaras. Pero nunca habían conocido una raza como los hunos, de hecho ni siquiera habían oído hablar de ellos hasta finales del siglo IX.
Cuando nació Atila, su pueblo ya era considerado una amenaza para el imperio. Algunos no los consideraban humanos. Parecían bárbaros, hasta para los bárbaros germánicos. Los hunos ni siquiera cocinaban la carne y los germanos sí.
Según los romanos, ellos vivían a caballo, dormían a caballo, hasta hacían el amor en las carretas. No tenían casas, no usaban ropa limpia, eran distintos y aterradores. No se podía confiar en ellos, eran traicioneros.
Al menos eso cuenta la mitología. Muchos sacerdotes romanos veían a los hunos como un castigo divino por la vida decadente de los romanos.
El único consuelo era que los hunos estaban divididos en varios grupos, cada uno guiado por un rey diferente; pero esta situación no duraría mucho tiempo.
El rey Munsurk murió poco después del nacimiento de Atila, dejándolo a él y a su hermano mayor Bleda, bajo el cuidado de sus tíos.
Los tíos de Atila
De sus tres tíos, Ruga era el más poderoso. Atila era su sobrino favorito. Ruga se encargo que éste aprendiera a montar a caballo antes de caminar; a usar el arco y la flecha a la edad de tres años y un sable a los cinco, una niñez típica para un joven huno.
Los hunos poseían arcos y flechas excelentes y eran expertos utilizándolos a caballo. Sufrir un ataque de los jinetes hunos era una experiencia aterradora que los sobrevivientes recordaban con temor por generaciones.
Una y otra vez uno ve las imágenes en las crónicas, de la aparición de los hunos en sus cabalgaduras. Eran hordas de jinetes, que parecían estar pegados a sus bestias, atacando en una dirección.
Esto parece haber sido una experiencia aterradora, para los ejércitos imperiales, una experiencia que ellos nunca habían vivido.
Durante la niñez de Atila, los hunos continuaron arrasando con el territorio de las tribus bárbaras vecinas, también comenzaron a dirigir ataques sorpresa a provincias romanas orientales. Roma era ahora una mera sombra de su gloria anterior.
De hecho, para ese momento el imperio ya estaba dividido en dos: el Imperio Romano de Oriente, cuya capital era Constantinopla; y el Imperio Romano de Occidente, cuya sede había sido trasladada de Roma a Milán, y finalmente, en el 423, a Rávena.
Relación con el Cristianismo y la Religiosidad
El imperio había adoptado oficialmente el Cristianismo en el siglo IX, pero los debates sobre la naturaleza de Dios aún provocaban amargas divisiones.
Las discusiones religiosas que terminaban en violencia eran un hecho cotidiano, también lo eran los asesinatos políticos, intrigas en las cortes, golpes de estado, disturbios y rebeliones y los emperadores corruptos.
Era normal que el verdadero poder detrás del trono fuera manejado por un chambelán del emperador o un eunuco o por la madre de aquel o su hermana o el general de los ejércitos, conocido como Maestro de Soldados.
A menudo, estos generales no eran ni siquiera ciudadanos romanos, sino jefes bárbaros y los ejércitos que comandaban estaban formados en gran medida por tribus bárbaras aliadas o mercenarios pagados.
Eran tiempos peligrosos, los romanos combatían el fuego con fuego, enviando a bárbaros a enfrentar con otros bárbaros.
Alrededor del año 410 d. C., los romanos buscaron la paz con los hunos. Cómo símbolo de su buena fe, el Imperio de Occidente envió un joven ciudadano prominente como prenda para vivir en la corte huna.
Atila y Flavio Aecio
El nombre del joven era Flavio Aecio; mientras vivió entre los hunos aprendió su lengua, su cultura y tácticas militares. Aecio también se hizo amigo del joven Atila. Pocos años después, los dos jóvenes se separaron cuando Atila fue enviado como prenda a vivir en la corte del Imperio de Occidente.
Durante los años que Atila pasó en la corte romana, aprendió mucho sobre sus enemigos, su lengua, tácticas militares y su antigua cultura.
Pero Atila no quería adoptar ese estilo de vida, despreciaba la decadencia y corrupción que infectaba a la civilización romana. Conocer Roma fue odiarla.
Para el año 420, Atila fue devuelto a los hunos y Aecio a los romanos. Ambos jóvenes habían aprendido mucho de sus respectivos enemigos. Aecio se dio cuenta que sería más saludable tener a los hunos como aliados.
La actitud de Atila fue diferente, pudiendo tener la amistad con Aecio, pero se hizo una promesa:
"Algún día regresaré a Italia, no como prenda sino como conquistador"
Atila
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