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Tema 12: Las Indias y la América española (Siglos XVI a XIX)


Durante el reinado de Carlos I se produce la gran expansión del Imperio español en América, realizado por pequeños grupos de hombres mandados por jefes con gran capacidad de mando. 

La primera vuelta al mundo

Cuando se demostró que América era un continente distinto de Asia se planteó el problema que ya había intentado resolver Colón: llegar a las islas de las Especias (islas Molucas) por el oeste. 

Con este objetivo partió en 1519 de Sanlúcar de Barrameda una expedición dirigida por Fernando de Magallanes con cinco naves tripuladas por 265 hombres; atravesaron el Atlántico y costearon América del Sur hasta descubrir el estrecho llamado, desde entonces, de Magallanes. 

Surcó el Mar del Sur, bautizado como océano Pacífico porque tuvieron la suerte de no sufrir ninguna tempestad. 

Durante más de tres meses navegaron sin encontrar tierra. Cuando estaban a punto de morir de hambre llagaron a las Islas Marianas y Filipinas, donde Magallanes pereció en combate con los indígenas. 

Tomó el mando de las dos naves que quedaban Juan Sebastián Elcano, nacido en Guetaria (Guipúzcoa). 

Cargó especias en las Molucas y, después de sufrir la pérdida de otra nave, continuó su viaje al frente de la nave Victoria y regresó a Sevilla, a los tres años de su partida (1521), con sólo 18 tripulantes: se había dado la primera vuelta al mundo y se demostraba experimentalmente la esfericidad de la Tierra. 

Carlos I concedió a Elcano un escudo de armas con un globo terrestre con el lema Primus circumdedisti me.

La conquista de México

Hernán Cortés, nacido en Medellín (Badajoz), salió de Cuba (1519) con un ejército de 400 hombres y desembarcó en el litoral mexicano, donde fundó la ciudad de Veracruz.

Desde aquí se dirigió hacia el interior hasta la capital del imperio azteca, Tenochtitlán, donde fueron bien recibidos por el emperador azteca Moctezuma, quien fingió someterse a la soberanía de Carlos I. 

Después, las relaciones con los aztecas empeoraron. 

Se rebelaron contra los españoles, y Cortés comprendió que la solución era evacuar la ciudad de noche: en esta retirada perdió muchos hombres; se la llamó a ésta la Noche Triste (1520). 

Sin embargo, Cortés no se desanimó y, con los restos de su ejército y apoyado por otras tropas indígenas, enfrentadas a los aztecas, derrotó a éstos en Otumba (1520). Posteriormente tomó la capital (1521). 

Conseguida la pacificación, comenzó la colonización, se fundó la Ciudad de México constituyéndose en capital de la que sería el virreinato de Nueva España.

Conquista de Perú

Años después de la conquista de México, Francisco Pizarro, natural de Trujillo (Cáceres), en unión de Diego de Almagro, emprendieron la conquista del Perú, el imperio de los incas, que entonces comprendía el actual Perú, Ecuador y parte de Bolivia. 

Con un puñado de hombres, Pizarro atraviesa los Andes y ocupa Cajamarca. 

Al llegar a esta ciudad supo explotar la crisis política existente en el imperio inca, donde dos hermanos, Huáscar y Atahualpa, se disputaban el poder, siendo asesinado el primero por orden de Atahualpa. 

En Cajamarca Pizarro actuó con suma habilidad. 

Logró hacer prisionero a Atahualpa (1532); éste prometió llenar de oro la estancia donde estaba preso a cambio de su libertad, y casi llegó a cumplirlo, a pesar de ello Pizarro lo condenó a muerte. 

A continuación Pizarro ocupó la capital del imperio inca, Cuzco (1533), y poco después en la costa fundó la Ciudad de los Reyes (Carlos I y su madre doña Juana), actual Lima (1535). 

Otras conquistas y exploraciones

La conquista de Chile fue comenzada por Diego de Almagro, pero será Pedro de Valdivia quien la llevará a cabo (1540-1542), fundó Santiago de Extremadura (hoy de Chile). 

Al mismo tiempo fueron conquistados los territorios del extremo sur del Perú y de la actual Bolivia (que fueron llamados Charcas por el gran número de lagos existentes) por lugartenientes de Pizarro y de sus sucesores en el gobierno del Perú. 

Por último, la gran etapa de conquista de América puede considerarse terminada hacia 1550. 

A partir de entonces se redujo a ampliaciones de territorios y a exploraciones de tierras desconocidas a cargo de los virreyes del Perú y México. 

Sin embargo, durante el reinado de Felipe II el Imperio hispano se engrandeció con la conquista de las Filipinas por Legazpi (funda Manila en 1571) y el cosmógrafo Andrés de Urdaneta, que logró establecer el camino de regreso (el tornaviaje en el Pacífico) hacia Nueva España. 

La organización de la América hispana

El gobierno de la América española

Para la administración de los territorios americanos, España estableció nuevos organismos, así:  

El Consejo de Indias, creado en 1524, se encargaba de gobernar los territorios americanos desde Castilla. Ejercía funciones legislativas, ejecutivas (proponía al rey candidatos a los principales cargos administrativos en las Indias) y judiciales. 

La Casa de Contratación. Fundada en 1503 por los Reyes Católicos, se estableció en Sevilla y tenía como cometido organizar y controlar todo el comercio y la navegación con América (inspección de los navíos, recaudación de impuestos, elaboración de mapas, formación de pilotos, etc.).  

El virreinato, se crean dos, el de Nueva España (en 1535, con capital en Ciudad de México) y el de Perú (en 1544, con capital en Lima). Al frente de cada uno de ellos había un virrey, que era el representante del rey en esa demarcación, y por tanto la máxima autoridad. Los virreinatos se dividían en provincias, al frente de las cuales se encontraban los gobernadores. Las ciudades eran regidas por un cabildo o ayuntamiento. Las Audiencias constituían el máximo organismo judicial. 

La explotación económica de las Indias

El oro y la plata, los metales preciosos, procedentes de América remediaron la escasez de moneda que existía en Europa, impulsaron un crecimiento económico, pero causaron, también, un alza general de los precios que tuvo importantes repercusiones sociales y políticas. 

Las Indias fueron una fuente de intercambios comerciales. 

España suministró a América plantas y animales hasta entonces desconocidos y que cambiarían la vida agrícola de muchas regiones (por ejemplo, el trigo, la vid, el olivo, el arroz, los caballos, los cerdos, las ovejas…). 

De allí nos llegó, en cambio, el maíz, el cacao, la patata, el tabaco, el pimiento, el tomate… 

Las tierras fueron repartidas entre los colonizadores, a los que se les entregaba un grupo de indios que trabajarían para el colono a cambio de ser protegidos y evangelizados. 

Era la llamada encomienda, que permitía a los colonizadores abusar del trabajo de los indios. 

A partir de 1540 empezaron a extraerse grandes cantidades de plata de las minas de México y Potosí; para ello se utilizó el sistema de la mita, por el que cada tribu de indios suministraba, anualmente, un grupo de personas para el trabajo de las minas a cambio de un salario fijado por los colonizadores. 

El hecho de que el indio fuese una persona sin evangelizar, que sus conocimientos fuesen inferiores a los europeos, y que la monarquía y su poder se hallasen lejos de América, favorecieron la explotación del indio, que a veces fue despiadada. 

La Corona intentó evitarlo publicando leyes que venían a proteger a los indios; en concreto, las Leyes de Burgos (1512) y las Leyes Nuevas (1542). 

A este clima en defensa de los indios contribuyeron las denuncias de algunos religiosos, escandalizados del trato dado a los indios, en concreto, la encabezada por los frailes dominicos Antonio de Montesinos y Bartolomé de Las Casas.

La sociedad colonial

El número de indígenas, a los que se llamaba indios, disminuyó enormemente como consecuencia de las enfermedades traídas por los colonos, nuevas para ellos, los enfrentamientos militares y al excesivo trabajo a que fueron sometidos en algunos lugares. 

Precisamente, hubo zonas, como las Antillas, donde ante el descenso de la mano de obra indígena, se transportó población negra de África para que trabajase como esclava. 

A las Indias se trasladó un buen número de españoles; una parte, mantuvo el tipo blanco, con descendientes nacidos en América (criollos o blancos de América); sin embargo, lo que abundó fue la fusión con los indígenas, dando lugar a los mestizos (uniones entre indígenas y colonos), que forman hoy la mayoría de la población en muchos de los países hispanos de aquel continente. 

A la conquista debía seguir la evangelización, que, en el siglo XVI, fue obra de los frailes (dominicos, franciscanos y agustinos, y desde 1570, aproximadamente, también los jesuitas). 

El castellano se extendió rápidamente; los indios siguieron hablando sus lenguas, pero poco a poco fueron aprendiendo el castellano convirtiéndose en bilingües. 

A esta castellanización del indio contribuyó la enseñanza, que fue obra de los frailes. 

También, las universidades surgen por iniciativa de las órdenes religiosas: la de Santo Domingo, México, Santa María de Lima… 

A la difusión de la cultura contribuyó la imprenta, establecida, en primer lugar, en México. 

Las Indias en el siglo XVII

Mientras España prosigue la colonización de América Central y del Sur, franceses, ingleses y holandeses empiezan a establecerse en el mar de las Antillas y en las costas de América del Norte. La estructura política y administrativa de la América española sigue siendo la misma del siglo XVI: Consejo de Indias, Casa de Contratación, virreinatos… 

En el siglo XVII toma envergadura el fenómeno del mestizaje (la unión blanco/india) y se recupera la población indígena. 

Se mantuvo la emigración de españoles y de extranjeros. 

El Consejo de Indias permitía el paso de los extranjeros que eran súbditos del rey de España (portugueses desde 1580 a 1640, napolitanos, sicilianos, flamencos). 

También continuó la importación de negros, ante la necesidad de mano de obra. 

En esta centuria desaparecen, prácticamente, las encomiendas, en cambio aumentan las grandes fincas o haciendas, donde el propietario ejerce una autoridad casi sin límites sobre los esclavos negros o indios. 

Junto a las haciendas, se desarrollan las reducciones: grandes poblaciones creadas por los jesuitas donde se agrupaban a los indios. 

Para terminar, desde el punto de vista económico, si los primeros años del siglo XVII prolongan, de modo más mitigado, la ola de expansión del siglo anterior, a partir de 1620 se asiste a una baja general de las importaciones en Cádiz de metales preciosos, curtidos, azúcar, productos tintóreos… 

Esto se debe al descenso de la producción minera, al aumento del consumo en América por parte de la minoría blanca y al incremento del comercio de contrabando. 

Practicado por holandeses, franceses e ingleses con él se pretendía romper el monopolio español en América y penetrar en el lucrativo comercio colonial español.

La América española en el siglo XVIII

El siglo XVIII fue una etapa de prosperidad para el Imperio español. 

Contribuyó a ello la política de los Borbones, interesados en la defensa y engrandecimiento de los dominios americanos. 

La población de la América española aumentó en torno al 50%. 

A mediados de siglo se calcula que habrían unos 15 millones de habitantes, de los cuales, unos tres millones eran blancos, un millón y medio de negros (esclavos o libertos) y, el resto, indios y mestizos. 

La población blanca estaba formada por españoles (peninsulares, que ocupaban los altos cargos de la Administración y del clero) y sus descendientes nacidos en América (criollos, que contaban con poder económico y prestigio social, pero apartados del poder político, lo que daba lugar a rivalidades entre ellos y los peninsulares). 

Al lado de los metales preciosos, se desarrollaron, trabajadas por mano de obra esclava, las plantaciones de azúcar, cacao, algodón, tabaco…

Potenciar el comercio colonial fue otra de las preocupaciones de la nueva dinastía. 

El monopolio comercial que tenía Sevilla lo perdió, en 1717, al trasladarse la Casa de Contratación a Cádiz. 

Más importantes fueron los decretos, con Carlos III, que acababan con el monopolio comercial en Cádiz y establecían la libertad de comercio (1765 y 1778) de los puertos españoles con América. 

Cataluña, con su industria de indianas, se vio muy favorecida con estas medidas, siendo Barcelona uno de los puertos con mayor comercio con América. 

En cuanto a divisiones administrativas, el de Nueva España siguió siendo el único para los territorios de América del Norte, pero en la del Sur fueron segregados del virreinato de Perú dos nuevos virreinatos: el de Nueva Granada (actuales Colombia, Venezuela, Panamá y parte de Ecuador), con capital en Santa Fe de Bogotá, y el de Río de la Plata (actuales Argentina, Paraguay y Bolivia) con capital en Buenos Aires. 

En otro orden de cosas, la expulsión de los jesuitas fue un duro golpe para las misiones (las “reducciones”) de Paraguay. 

En California, el esfuerzo de los jesuitas fue seguido por los franciscanos. 

La cultura se vio estimulada con la creación de universidades (Santiago de Chile, La Habana y Quito), el auge de las imprentas y de la prensa y las expediciones científicas, como la de Jorge Juan y Antonio de Ulloa, que exploró el Perú y que consiguió la medición de un arco de meridiano (1736-1744).

La emancipación de la América española

El origen del proceso emancipador

El proceso de independencia de las colonias españolas en la América continental tiene sus raíces en los siguientes fenómenos: 

los cambios culturales del siglo XVIII; 

la experiencia de autogobierno que le proporciona a la burguesía criolla el vacío de poder producido en 1808; 

la debilidad de la monarquía fernandina, agobiada por las deudas subsiguientes a la guerra; 

la incapacidad diplomática de España, 

la escasa capacidad de control marítimo derivada del desastre de Trafalgar y

el precedente de EEUU, primera colonia en independizarse de una potencia europea y que se convierte en el modelo a seguir. 

El proceso de independencia

La burguesía criolla (los criollos eran los hijos de españoles nacidos en América), marginada del poder político y económico en el siglo XVIII, será la que dote al proceso emancipador de sus líderes fundamentales y la que asuma el poder cuando las tropas españolas abandonen el continente. 

El proceso emancipador puede dividirse en dos fases: 

  • Primer periodo que llega hasta 1816, en que casi queda dominada. 

Coincide en gran parte con la Guerra de la Independencia en España. 

Entre los movimientos independentistas destacan, en esta etapa, los protagonizados en México por el cura Miguel Hidalgo, en 1810, de fuerte contenido social al aglutinar al campesinado, y por el también cura José Mª Morelos, en 1813; ambos serían fusilados por las autoridades españolas. 

En el territorio del Río de la Plata se dieron los primeros pasos para la independencia de Argentina (1810). 

En Venezuela, Simón Bolívar también los dio (1811), sin embargo, las tropas españolas lograron rehacer la situación y Bolívar tuvo que abandonar Caracas (1814). 

En general, con la vuelta de Fernando VII a España, en 1814, se logra restablecer la situación. 

  • Segundo periodo que se extiende hasta 1824. 

La monarquía de Fernando VII, que domina casi todos los focos de rebelión no tiene recursos para aguantar el nuevo rebrote independentista a partir de 1816. 

Pero los independentistas cuentan con el apoyo del Reino Unido interesado en comerciar directamente con las colonias emancipadas; también con el apoyo norteamericano, la postura del presidente estadounidense James Monroe es clara, en 1823 proclamaba la oposición de EE.UU. a una intervención de las potencias europeas en la América española. 

Las campañas de José de San Martín posibilitan la independencia de Argentina (1816); después San Martín atravesó los Andes, derrotó a los españoles en Chacabuco (1817) y propició la independencia de Chile (1818). 

Las campañas de Simón Bolívar en el norte con los triunfos en Boyacá (1819) y Carabobo (1821) permitieron la independencia de Ecuador, Venezuela y Colombia. 

En México, el movimiento independentista liderado por Agustín de Iturbide triunfa en 1822. La emancipación del virreinato del Perú fue la última en consumarse. 

Finalmente, Antonio José de Sucre, en la batalla de Ayacucho (1824) derrotaba al último ejército español, al mando del virrey La Serna, lo que originó la independencia de Perú y Charcas (=Bolivia, en honor a Simón Bolívar). 

En 1824 la mayor parte de las colonias se habían independizado de la corona española, que sólo mantenía el dominio en Cuba y Puerto Rico, y, en el Pacífico, en Filipinas, las Marianas y otros archipiélagos. 

La independencia de las colonias no solo cerró tres siglos de unión política entre la metrópoli y América, sino que originó profundas transformaciones a ambas orillas del Atlántico. 

España se quedó convertida en una potencia de segundo orden y económicamente maltrecha por perder los recursos que venían de las Indias, así como sus ricos mercados. 

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