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Tema 3: La Hispania romana

La conquista romana y el sentido de unidad

Los diversos pueblos que habitaban en la Península seguían desarrollando sus formas de vida y de cultura propias, cuando, en el siglo III a.C., la rivalidad entre Roma y Cartago por el dominio del Mediterráneo, que dio lugar a las Guerras Púnicas, afectó de lleno a Hispania, incorporándose ésta al Mundo Romano. 

Tras la I Guerra Púnica (264 a.C.-241 a.C.), que expulsó a los cartagineses de Sicilia, Cartago buscó resarcirse ampliando su presencia colonial en la Península Ibérica, de donde obtenía riquezas mineras y aguerridos combatientes, como plataforma para un nuevo enfrentamiento con Roma. 

Así, en el año 237 a.C., el cartaginés Amílcar Barca desembarca en Cádiz y somete a los pueblos del sur y sureste de la Península hasta Akra Leuke (Alicante). 

A su muerte, sus sucesores, Asdrúbal y Aníbal, continuaron con la labor de conquista. 

Aníbal, explotando los enfrentamientos entre los pueblos que habitaban el interior peninsular logró atraérselos y luego conquistó Sagunto (219), ciudad protegida por Roma.

Este fue el pretexto para iniciar la II Guerra Púnica (218-201 a.C.) que se saldó con el derrumbe del dominio cartaginés sobre la Península mientras Roma iniciaba su victoriosa presencia en la misma. 





La ocupación del litoral mediterráneo (218-170 a. de C.) 

Cneo Cornelio Escipión desembarca en Ampurias con unos 25.000 soldados, como consecuencia de la destrucción de Sagunto por Anibal dando comienzo la II Guerra Púnica. 

En el año 209 a.C. Escipión el Africano toma por sorpresa Cartago Nova principal base cartaginesa y después derrota a Asdrubal Barca en Baecula. 

En el año 206 a.C. tras la derrota cartaginesa de Ilipa se rindió Gadir. 

Hasta el año 170 a.C. los romanos sostienen guerras primero contra iberos (Indivil) y luego contra distintos régulos de Andalucía (Culchas y Luxinio). 

Acabaron ocupando las cuencas del Guadalquivir y del Ebro y creando en el 197 a.C dos provincias la Ulterior y la Citerior. 

Destacan los pretores Catón, prototipo de expolio y represión, y Sempronio Graco, que supo combinar la energía, la diplomacia y el reparto de tierras.

Todos los pueblos prerromanos tenían un alto grado de desarrollo por el contacto con los pueblos colonizadores, su elevado desarrollo hace que no opongan casi resistencia y que asimilen rápidamente las formas de vida romanas. 

Además, en esta zona no hay obstáculos geográficos que dificulten la conquista.


La conquista de la Meseta (170-29 a.C.) 

La conquista de esta zona costó mucho a los romanos, además de los accidentes geográficos, el nivel de desarrollo de estos pueblos era escaso y veían con hostilidad el modelo de civilización romana. 

Las guerras fueron durísimas y de los enfrentamientos con los romanos destacamos dos: Viriato y Numancia. 

Viriato fue un caudillo lusitano que mantuvo en jaque a los romanos gracias a la utilización de la guerra de guerrillas, al final fue asesinado por varios de sus capitanes sobornados por los romanos, su derrota abrió a Roma el oeste peninsular. 

En Numancia los celtíberos presentaron una resistencia feroz ante el sitio de los romanos. 

La llegada de Escipión Emiliano puso a la ciudad en una situación límite, y sus habitantes prefirieron destruirla y muchos suicidarse antes que caer en manos de los enemigos, era el año 133 a.C.

Por último, se conquistaron las Baleares en el año 123 a.C. por parte del cónsul Cecilio Metelo.

En los últimos años de esta etapa Roma atraviesa varias guerras civiles, en la última dos generales victoriosos se disputan el poder de la República: Pompeyo y César, tras la muerte de Pompeyo, sus hijos serán derrotados por César en la batalla de Munda (Córdoba), el 27 de marzo del 45 a.C., quedando toda la zona centro y sur de la Península pacificada. 


La pacificación de la franja cantábrica (29-19 a.C.) 

En estos diez años se desarrollan las guerras cántabras, dirigidas por el emperador Augusto. Acabó en el 19 a.C. con la pacificación de Agripa.

Roma perseguía la pacificación de estos pueblos, el acceso a los ricos yacimientos de la zona y que dejaran de atacar a las ciudades romanas. 

Roma fundó una serie de ciudades y campamentos militares para contener a estos pueblos: León (sede de la Legio VII Gemina), Astorga (Asturica)..., pero el control efectivo y total de los pueblos de la cordillera cantábrica y de los vascones nunca fue del todo efectivo. 

La conquista de la Península, a la que Roma llamó Hispania, contribuyó a dar unidad a los pueblos que la habitaban. 

El uso del latín acabó con los idiomas prerromanos excepto el vasco, la religión romana, la red de carreteras o la fundación de ciudades fueron vehículos de unificación. 


División territorial de Hispania

En el año 197 a.C., poco después del triunfo sobre los cartagineses, se hizo la primera división de la Península en dos provincias: Hispania Citerior e Hispania Ulterior. 

Octavio Augusto (14 a.C.) la reorganizó dividiendo en dos la Hispania Ulterior: Bética y Lusitania mientras la Citerior pasó a denominarse Tarraconense. 

Diocleciano (297 d.C.) dividió la Tarraconense en 3: Tarraconensis, Gallaecia y Carthaginensis.

Más tarde se creó la Balearica (385 d.C.), quedando así dividida en 6 provincias.


La romanización de Hispania

Los pueblos peninsulares adquirieron los modos de vida y de pensamiento de Roma; es decir, se romanizaron. 

Fue un proceso lento que comenzó al mismo tiempo que la conquista de Hispania y se extendió desde las costas mediterráneas y del valle de Guadalquivir, zonas de más intensa romanización, hasta las tierras del interior y del norte donde fue un proceso más lento e inacabado. 

El triunfo de la romanización se vio posibilitado por:

  • el establecimiento de colonos llegados de Italia, 

  • el asentamiento de soldados veteranos, tras concluir sus servicios en las legiones,

  • o por la atracción que ejercían las riquezas de Hispania sobre las gentes que vivían fuera de la Península. 

La fundación de ciudades fue otro elemento de romanización. 

Al lado de las ciudades indígenas los romanos fundaron colonias como Hispalis, Italica, Barcino, Caesaraugusta, Valentia, Emérita Augusta, Astorga... 

En ellas se establecían soldados veteranos licenciados, comerciantes romanos y pobladores indígenas. 

A su vez, una densa red de calzadas comunicaban a las ciudades entre sí y con los lugares más importantes del Imperio. 

Hispania quedó integrada progresivamente en la economía del Imperio Romano.

También la romanización afectó a la sociedad hispana y el latín fue otro de los elementos principales de unificación al lograr eliminar las lenguas indígenas, pues se instauró como lengua oficial. 


La sociedad hispanorromana

La sociedad hispanorromana del periodo republicano y de los primeros siglos del Imperio, etapa a la que se le llama Alto Imperio (27 a.C-305 d.C), puede definirse como “esclavista”, al poder diferenciarse entre hombres libres y esclavos. 

Otra fórmula es la de considerarla como una “sociedad de órdenes”, estructurada en órdenes cerrados, a los que se accedía por el nacimiento o por concesión imperial: 

  • El orden superior era el senatorial, un pequeño número de miembros de las familias más ilustres que residían normalmente en Roma.

  • Seguía el orden ecuestre o de los caballeros, con mayor presencia en Hispania, desempeñaban los cargos superiores en el ejército o en las provincias imperiales. 

  • El tercero en dignidad era el orden decurional, formado por los decuriones, que eran los miembros de las oligarquías municipales y desempeñaban las magistraturas de las colonias o los cargos inferiores del ejército. 

Por debajo de estos tres órdenes se encontraba la mayor parte de la población libre, caracterizada por su diversidad ante la riqueza. 

Había pequeños propietarios de tierras, dueños de talleres artesanales, que trabajaban con la ayuda de su familia y un pequeño número de esclavos; empleados en las minas o en los servicios públicos o privados… 

Los esclavos formaban la capa más baja de la sociedad hispanorromana. Procedían de otros territorios imperiales o de la propia Península. Estaban privados de derechos políticos o civiles y no podían ser considerados como personas. 

Se les utilizaba como mano de obra en el trabajo agrícola, minero, artesanal y doméstico. 

El amo podía liberarle por medio de un acto de manumisión convirtiendo al antiguo esclavo en liberto, manteniendo diversas obligaciones (económicas o de respeto y ayuda) con respeto a su antiguo dueño.


La economía romana en Hispania

Los romanos tenían una economía basada en las ciudades como centro de producción, comercio y administración de los territorios.

La riqueza de la Hispania romana estaba basada en una agricultura metódica, en la explotación minera, la pequeña industria urbana y el comercio. 

La agricultura estaba basada en el cultivo de cereales, vid y olivo y fue mejorada con la introducción de nuevos métodos como el barbecho de tres hojas o el uso de los abonos. 

Además se introdujo nuevo instrumental como pudo ser el arado, el trillo de ruedas o la pala. 

La extracción de minerales y metales se extendía por gran parte de la Península, donde destaca la extracción de oro en Asturias, de plata en Sierra Morena, de cobre en Riotinto, de plomo y plata en Cartagena y de mercurio en Sisapo.

Además se aplicó la ley de Ager Publicus y las minas solían ser arrendadas a compañías de publicani

En cuanto a la pequeña industria se desarrolló con la introducción de la aceitera, la industria de esparto, la salsa garum y la salazón del pescado (Baelo). 

El comercio se desarrolló principalmente a nivel comarcal. Esto se debió a las múltiples redes de vías como la Vía Augusta, la ruta de Roncesvalles-Asturica, la Vía de la Plata y las vías transversales. 

Además había un abundante tráfico marítimo por los puertos de Tarraco, Carthago Nova y Gades. 

Por último se facilitó el comercio con la implantación del denario de plata romano como moneda única.


Otros aspectos romanos en Hispania

Con el edicto de Caracalla en el 212 d.C. se generalizó el uso del Derecho romano.

En cuanto a la religión se impuso el politeísmo, que venía influido por la religión griega, el culto al emperador y tuvieron gran difusión los cultos a Isis y Mitra, hasta que se instauró el cristianismo en el 313 d.C. con el edicto de Milán de Constantino. 

Destacan las primeras comunidades cristianas en Corduba e Hispalis y las no documentadas visitas de Santiago y San Pablo.

Dentro de todo el periodo romano destacan como hispanos importantes los emperadores Trajano, Adriano y Teodosio, los escritores Séneca, Lucano y Marcial, el educador Quintiliano, el geógrafo Pomponio Mela y el tratadista de agricultura Columela.

La cultura romana tuvo un carácter eminentemente práctico y por ello fueron grandes ingenieros y grandes constructores de obras públicas. En la península podemos destacar los siguientes ejemplos: Acueductos como el de Segovia, Murallas como las de Lugo y múltiples puentes, como el de Alcántara o Mérida.

Además de estas obras públicas, Roma dejó importantes obras artísticas de utilidad pública como: Arcos conmemorativos como el de Bará en Tarragona, Templos como el de Diana en Mérida, Anfiteatros como el de Itálica (Sevilla), Teatros como el de Mérida.


La crisis del siglo III en el Imperio Romano

Como en el resto del Imperio, la crisis del siglo III provocó cambios en la sociedad hispanorromana. 

El fin de las grandes conquistas provocó una caída en la esclavitud, con la consiguiente reducción de la mano de obra para la producción agrícola y minera. 

A su vez, la pérdida progresiva del valor de la moneda provocó la disminución del comercio. 

En lo político, comenzaron las primeras incursiones de los germanos sin que el ejército pudiera evitarlas. 

Las luchas entre los distintos sectores del ejército provocaron guerras civiles que agravaron la crisis económica. 

Como conclusión, cuando Hispania estaba próxima a ver la entrada de los pueblos germánicos y a la desaparición del Imperio romano, la sociedad aparecía dividida en dos clases: los grandes propietarios, muy ricos, con una autoridad casi feudal, y la gran masa de población baja o casi humilde.

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