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¿Quién fue Atila? (II)

 

Atila, el conquistador 

Los hunos no dejaron ninguna lengua escrita. Las descripciones que tenemos de Atila fueron hechas siglos después de su muerte, lo retratan como demoníaco y como romántico.

Pero hay una descripción escrita por un historiador griego llamado Priscus, que, de hecho, lo conoció en su campamento: 

“Fue un hombre que nació para sacudir las razas del mundo, un terror para todas las tierras que de una forma u otra atemorizó a todos por las noticias terribles propagadas sobre él. Era altanero en su corte, orgulloso, lanzaba miradas a todos lados para que su poder fuese evidente, incluso en los movimientos de su cuerpo. Amante de la guerra, era reservado en sus acciones, dado a recibir consejos, amable con sus súbditos y generoso con aquellos a quienes había otorgado su confianza. Era bajo de estatura, con un pecho ancho, cabeza masiva y ojos pequeños; tenía poca barba, su nariz era chata y su tez morena, mostrando así los signos de su raza”. 

Priscus

Aunque se supone que Priscus era historiador, también era griego y aristócrata y él veía a Atila desde su perspectiva.

¿Era así Atila o era éste el modo en que Priscus lo veía?

Era el conflicto entre mito y lo que nosotros llamamos historia.   

Para ellos la historia era algo diferente, eran cuentos, y si los cuentos eran buenos entonces eran historia, no los hechos objetivos y puramente científicos.  

Atila y Aecio

Entre su segunda y tercera década de vida participó en todas las excursiones militares y diplomáticas del rey Ruga.

A los 32 años, Atila había invadido Italia dos veces, pero no para conquistar. Había ido a ayudar a su amigo Aecio quién estaba comprometido en luchas internas y violentas por el poder.

A pesar que la ayuda fue bien retribuida, Aecio fue el más beneficiado, obtuvo el título de Maestro de Soldados, y así se convirtió en el hombre más poderoso del Imperio Romano de Occidente.   

Durante los diez años siguientes Atila se convirtió en su mejor amigo y en su aliado más poderoso. Mientras Atila fuera recompensado por sus servicios, los enemigos de Aecio serían sus enemigos.

Cuando la rebelión estalló en Galia, Atila acudió al rescate. Sus guerreros masacraron a los borgoñones y mataron a su rey.   

Hunos vs Godos

El ejército huno arrasó con los godos. Luego siguieron por Toulouse, la capital de los visigodos. Desesperados, éstos últimos enviaron obispos a los hunos para suplicar por la paz. Un escritor romano dijo:

“Mientras depositaban su esperanza en Dios, nosotros la depositamos en los hunos”.

Cuando el rey Ruga murió, en el año 434, hubo gran regocijo en el Imperio Romano Oriental.   

Para el momento de su muerte, Ruga se encontraba en guerra con el este. Ahora los romanos tenían la esperanza de alcanzar la paz, pero el precio sería alto.

Los romanos tenían que negociar con Atila. El emperador de Oriente tendría que pagar a Atila un tributo de 700 libras de oro cada año, dos veces la cantidad que se le pagaba al rey Ruga.   

También exigió un rescate por cada prisionero romano bajo su custodia y se aseguró que sus propios súbditos regresaran a salvo del territorio romano.

En lo sucesivo se les prohibiría a los romanos firmar tratados con enemigos de los hunos o interferir en el derecho de comerciar en el Danubio. 

Atila y el Tratado del año 435

El tratado fue firmado en el año 435. Teodosio, el emperador del Imperio Oriental, sabía que una paz costosa y humillante era preferible a una guerra que no podría ganar.

Para Atila los tratados con los romanos eran una especie de guerra sin violencia. El tributo anual que recibía de ambos imperios era más bien una forma de extorsión. Al igual que los regalos que recibía cuando negociaban con él.

Cada libra de oro arrebatada a los romanos y cada carreta de saqueo obtenida durante ataques inesperados le daba a Atila más influencia en su territorio y en el exterior.

La riqueza era poder, y con cada libra de oro que cruzaba el Danubio, Atila se hacía más poderoso y más intimidante; y los romanos, más humillados.   

La paz entre los hunos y los romanos orientales duró hasta el 440. Los hunos habían capturado un obispo romano en el lado equivocado del Danubio y habían robado objetos de las tumbas de sus muertos.

Fin de la paz con los hunos

Atila se enfureció, su ejército cruzó el río con cólera justiciera y acometió contra un poblado comercial romano.   

En un feroz combate, los jinetes de Atila arremetieron contra los romanos cortándolos en pedazos. Mientras avanzaba su embestida, el hábil uso de Atila de los ingenieros romanos capturados expertos en sitios, hizo que ni siquiera las paredes más poderosas de las fortalezas resistieran el ataque.   

Ciudad tras ciudad fue saqueada y destruida completamente, y sus riquezas despojadas. Los romanos sufrieron derrota tras derrota.

Para el otoño de 442, Atila había conquistado la mayor parte de la región de los Balcanes, incluida la actual Bulgaria, Grecia y los estados que formaron la ex-Yugoslavia.

El emperador Teodosio suplicó por la paz. Esta vez el precio sería más alto que antes. 

Atila "El azote de Dios"

Atila insistió en el pago inmediato de 6000 libras de oro y un tributo anual de 1000 libras de oro. Teodosio no tenía alternativa.

Por increíble que parezca, la vida de Atila no fue sólo guerras y negociaciones. Mientras se encontraba en el campamento, los miembros de su tribu se reunían alrededor de la entrada de su casa para que arbitrara asuntos de menor importancia.   

Era entretenido por procesiones de doncellas danzantes, bufones de corte y poetas. Durante este período, Atila también encontró tiempo para casarse con su primera mujer: Arika, quién le dio cuatro hijos.

Irnak, su hijo más joven, era su favorito. Dice una profecía que el imperio de Atila se desplomaría pero que Irnak reconstruiría el imperio.

Los escritores católicos propagaron el rumor que los hunos eran salvajes, bestias infrahumanas. También comenzaron a llamar a Atila: “El Azote de Dios”.

Pero esta propaganda negativa resultó favorable para Atila. Mientras más amenazante era su imagen, más sencillo era intimidar a sus enemigos.

Atila y su vida modesta

A pesar de su riqueza y poder, Atila conservaba hábitos modestos y un estilo de vida espartano.   

Cuando el historiador griego Priscus cenó con Atila, se asombró al ver al rey de los hunos comer con plato y cubiertos de madera mientras sus tenientes lo hacían con plato de plata. Atila tampoco comió las exquisiteces servidas a los demás, prefirió comida más sencilla como la carne.

No usaba ni prendas de oro ni piedras preciosas. Sus ropas eran poco elaboradas. La combinación de modestia y poder absoluto de Atila podía en ocasiones llevar a hechos extraños.   

En una ocasión, un poeta quería halagarlo con un poema en el que era comparado con Dios; Atila se ofendió tanto por el trabajo del autor que casi lo hace ejecutar. El hermano de Atila, Bleda, murió en el año 444.

Atila era ahora el gobernante supremo del Imperio Huno. Poco tiempo después, un pastor pidió una audiencia con Atila. Trajo consigo una espada que había descubierto en el sitio donde pastaba su ganado.   

Después de revisarla, el rey huno estaba convencido que era la espada sagrada de Dios. Según una leyenda huna, esta espada, que se había perdido durante tiempos antiguos, poseía grandes poderes; de hecho, había sido y por siempre sería la clave del destino de su pueblo. Y ahora estaba en sus manos.   

Consultó con los chamanes más confiables. Todos estaban de acuerdo, no había duda en la interpretación de este grandioso suceso. Ahora que Atila, gobernante supremo de los hunos, poseía la espada de Dios, su destino era conquistar el mundo.


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