Felipe V (1700-1746)
La Guerra de Sucesión a la Corona Española (1701-1713)
Al ser elegido Felipe de Anjou como rey de España, (Felipe V desde 1700), los Borbones ganaban en influencia en Europa.
Su abuelo, Luis XIV, estaba satisfecho y arrogante.
El más perjudicado, Leopoldo I de Austria, al no ser elegido su hijo el archiduque Carlos, poco podía hacer sin aliados.
Pero al actuar Luis XIV como si España fuera suya, ello facilitó la constitución, en 1701, de la Gran Alianza de La Haya integrada por Inglaterra, Holanda, Austria y otros pequeños estados.
El objetivo de los aliados era expulsar a Felipe de Borbón de España y proclamar como rey al archiduque Carlos de Austria.
Se luchó en varios frentes.
En los Países Bajos, Alemania, Italia, España y los mares.
En los tres primeros las derrotas borbónicas fueron sumándose una tras otra; sólo en España Felipe de Borbón lograba triunfos, aunque con dificultades.
En España la situación para Felipe V se complicó cuando los territorios de la Corona de Aragón decidieron aclamar al archiduque Carlos como rey, convirtiendo la guerra exterior en guerra civil.
En 1704, una escuadra inglesa se apoderó del Peñón de Gibraltar.
El archiduque Carlos estableció su corte en Barcelona, desde donde dirigió campañas contra Castilla (en 1706 llegó a entrar en Madrid).
La causa de Felipe V parecía perdida, pero la fidelidad del pueblo castellano lo mantuvo en el trono.
En 1707 tiene lugar la decisiva batalla de Almansa cuya victoria permitió a los borbónicos recuperar Valencia.
Felipe V firmó un decreto aboliendo, como castigo, los fueros; esta medida contribuyó a endurecer la resistencia catalana.
Otra vez la situación se puso difícil en 1710, cuando el archiduque Carlos volvía a entrar en Madrid; sin embargo, nuevas victorias de Felipe de Borbón alejaron el peligro austríaco de Madrid y lograron abrir el camino a la recuperación de Aragón y Cataluña.
Los tratados de Utrecht (1713) y Rastadt (1714) pusieron fin al conflicto y significaron el fin del Imperio español en Europa.
Felipe V era reconocido como rey de España y las Indias, pero se perdían los dominios de la monarquía española en Europa: Países Bajos, Milán y Nápoles pasaban a Austria.
Por otro lado, Gibraltar y la isla de Menorca (ocupada en 1708) pasaban a Inglaterra, que obtuvo además ventajas comerciales en América.
En España, en medio de la indiferencia de las potencias, un ejército francoespañol sitió Barcelona hasta su redición el 11 de septiembre de 1714. La isla de Mallorca se ocupó sin resistencia en 1715.
Los Decretos de Nueva Planta
Son una consecuencia de la Guerra de Sucesión a la Corona Española.
Felipe V aprovechó la adhesión de los territorios de la Corona de Aragón a la causa austracista para abolir los fueros, es decir, la legislación propia y el sistema político de gobierno por el que se regía cada uno, y realizar la unidad político-administrativa con Castilla.
Los decretos de abolición son conocidos con el nombre de Decretos de Nueva Planta: para Valencia y Aragón en 1707, Mallorca en 1715 y Cataluña en 1716.
Al frente del gobierno del territorio se situó el Capitán General, sustituyendo al virrey; se reformaron las Audiencias, tribunales de justicia; se suprimió el “privilegio de extranjería” con lo que todos los españoles eran admitidos a todos los cargos; las Cortes de cada reino desaparecieron; por último, se suprimieron las fronteras y aduanas interiores.
Isabel de Farnesio
Felipe V, en su primer matrimonio, tuvo descendencia, Luis y Fernando. Tras enviudar, contrajo matrimonio con Isabel de Farnesio.
Una mujer ambiciosa y enérgica que logró del monarca, de débil ánimo y con depresiones, cuanto se propuso.
Como los hijos de este segundo matrimonio no podían ser reyes de España, intentó por todos los medios colocarlos en territorios italianos; ella era italiana, era de Parma.
Los Pactos de Familia
Los problemas internacionales van a permitir que el sueño de Isabel de Farnesio se haga realidad.
En efecto, en 1733 estalló la Guerra de Sucesión de Polonia.
España y Francia lucharon unidas contra Austria, firmando el Primer Pacto de Familia (1733). España atacó en Nápoles, territorio entonces de Austria.
Al finalizar la guerra, el hijo de Isabel de Farnesio, el infante Carlos, se convirtió en rey de Nápoles y Sicilia.
En 1740 estalla la Guerra de Sucesión de Austria, en la que otra vez Francia y España van unidas firmando el Segundo Pacto de Familia (1743).
La guerra finalizó en 1748, dos años después de la muerte de Felipe V, y en ella el segundo hijo de Isabel, el infante Felipe, fue reconocido como duque de Parma.
Fernando VI (1746-1759)
Felipe V, en 1724, abdicó en su hijo Luis I pero éste falleció pocos meses después por lo que Felipe V volvió a recuperar la corona.
En 1746, al fallecer le sucede su otro hijo Fernando VI, casado con la portuguesa Bárbara de Braganza.
Este reinado va unido a la labor de su ministro el marqués de la Ensenada, que llevó a cabo importantes reformas interiores.
Arreglo de caminos, construcción de carreteras y de canales, como el Canal de Castilla.
Introdujo la figura de los intendentes, uno en cada provincia del reino, con atribuciones en todos los campos (ejército, hacienda, justica, urbanismo, sanidad, educación…).
Quiso aplicar una reforma fiscal, introduciendo un nuevo y único impuesto proporcional a la riqueza.
Para ello se realizó el llamado catastro de Ensenada (1749), es decir, un censo o registro donde figuraba la riqueza de cada contribuyente.
Sin embargo, la oposición de la aristocracia y del clero a la reforma fiscal terminó impidiendo su aplicación.
También durante su mandato se firmó con Roma el Concordato de 1753.
Por él la Corona obtenía el nombramiento de todos los cargos eclesiásticos importantes de la Iglesia en España.
A su vez, parte de los ingresos de la Iglesia española, que partían hacia Roma, ahora se quedaban aquí. Fernando VI y la reina eran de talante pacífico.
Así, cuando estalló la Guerra de los Siete Años (1756-1763) España se mantuvo neutral.
En ella se enfrentaron Francia y Gran Bretaña.
Fue un conflicto muy importante pues se decidía el fortalecimiento colonial de uno u otro país, pero España no entró en él.
Un matrimonio sin hijos, en 1758 fallece Bárbara de Braganza.
El fallecimiento de la reina, sobre la que el rey sentía un profundo afecto, desencadenó en Fernando VI un trastorno mental que terminó llevándose su vida pocos meses después (1759).
Carlos III (1759-1788)
Al fallecer Fernando VI le sucede Carlos III, hijo de Felipe V y de Isabel de Farnesio.
Estaba como rey en Nápoles, donde llevaba 25 años de reinado.
Dejó Nápoles a uno de sus hijos y regresó a España.
Su reinado está unido a múltiples reformas, por lo que es considerado como un ejemplo del despotismo ilustrado.
La política exterior
Al iniciarse el reinado seguía abierta la Guerra de los Siete Años; Gran Bretaña venía derrotando a Francia.
España, sin embargo, decidió incorporarse a ella firmando con Francia el Tercer Pacto de Familia (1761). Se buscaba la recuperación de Gibraltar y Menorca pero no se pudo.
Los ingleses también se impusieron a España.
Se firmó la paz de París en 1763, muy favorable a Gran Bretaña.
De Francia obtuvo Canadá y las posesiones de la India; de España, la Florida.
Francia decidió entregar a España, en compensación, el territorio de la Luisiana, es decir, el recorrido por el río Misisipi hasta su desembocadura en Nueva Orleans.
En 1776 estalló la guerra de independencia de las trece colonias norteamericanas, pertenecientes a Gran Bretaña, origen de los actuales Estados Unidos.
Francia y España intervinieron a favor de los colonos.
Era una ocasión de oro para desquitarse de la derrota de 1763.
Finalizó con la derrota británica firmándose la paz de Versalles en 1783 por la que se reconocía la independencia de los Estados Unidos.
España, a su vez, recuperó la Florida y la isla de Menorca, pero no así Gibraltar, en donde fracasaron todos los intentos para su recuperación.
La política interior
Será analizada a través de tres de sus principales ministros: Esquilache, Aranda y Floridablanca.
Motín de Esquilache
Cuando Carlos III se convierte en rey de España trae consigo a ministros italianos, entre ellos a Esquilache, que protagonizó un amplio programa de reformas.
En la villa de Madrid, entonces sucia y pestilente, introdujo reformas urbanísticas propias de una población moderna.
Aprobó la libertad de comercio de granos, medida positiva pero peligrosa al facilitar la especulación con los precios agrícolas.
En Madrid introdujo otra medida, muy impopular, como la de cambiar la forma de vestir, con sombreros anchos y capas largas.
Se pensaba que el vestir así servía para encubrir a los malhechores.
El pueblo de Madrid se rebeló contra el ministro y sus decretos (1766).
Días después también ocurrían incidentes en otras poblaciones castellanas.
El monarca dio marcha atrás destituyendo a Esquilache.
A Carlos III le impresionó el motín.
Se pensaba que no había sido espontáneo sino más bien promovido o instigado.
Se abrió una investigación llegándose a la conclusión de que los instigadores de la revuelta habían sido los jesuitas.
En el informe se aconsejaba su expulsión.
Al año siguiente del motín, en 1767, los jesuitas eran expulsados de España y de América.
En la actualidad, se cree que detrás del motín había intereses de grupos privilegiados, dispuestos a lanzar al pueblo a la calle con la intención de frenar una política de reformas que afectaban a sus privilegios.
No se ha podido comprobar que la Compañía interviniese en el motín; sí está claro que había una ofensiva contra ellos y que el mismo monarca los veía perjudiciales para la Iglesia y para la monarquía absoluta.
Conde de Aranda
Tras la caída de Esquilache, el conde de Aranda se convierte en el gobernante más influyente.
Entre las medidas de su etapa de gobierno está la repoblación de territorios despoblados, así se crearon las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena, en Andalucía.
Se fundaron unas veinte poblaciones, estableciéndose la capitalidad en La Carolina.
Para poblar estos lugares vinieron inmigrantes alemanes, a los que se les proporcionó tierra y ganado.
Conde de Floridablanca
A partir de 1776, manteniéndose hasta el final del reinado, figura al frente del gobierno el conde de Floridablanca.
Los ingresos de la Hacienda venían incrementándose pero el gobierno al ampliar sus gastos decidió emitir deuda pública (“vales reales”), que, a la larga, al abusarse en las emisiones, sus consecuencias sobre la economía española fueron nefastas.
Los que compraban vales reales recibían un interés del 4% anual y al cabo de veinte años quedaban amortizados.
Para asegurar esta operación se creó, en 1782, el Banco de San Carlos (origen del actual Banco de España), encargado de abonar los intereses de los vales y su amortización.
Para activar el comercio exterior, se amplió libertad de comercio con América, mencionado en el vídeo anterior.
Durante esta etapa se desarrollaron las Sociedades Económicas de Amigos del País que animaban al desarrollo de las reformas en la agricultura, la industria y el comercio.
Conectaban, por tanto, con el espíritu ilustrado de la época.
Un siglo de crecimiento en España: La población y la economía
En el siglo XVIII se produce en España un crecimiento de la población, se pasó de 7 a 11 millones de habitantes, siendo mayor el crecimiento en la periferia (Galicia, Asturias, País Vasco, Cataluña, Valencia, Alicante y Andalucía) que en el interior.
Al crecer la población hubo una mayor demanda de productos agrarios y de tierras para cultivar, pero para acceder a la propiedad de la tierra era necesario cambiar el régimen de propiedad y los monarcas y ministros ilustrados no hicieron cambio alguno en ello.
La tierra seguía en manos de la Iglesia, de la nobleza y de los ayuntamientos, y, jurídicamente, se encontraba amortizada o vinculada, con lo que la tierra no se podía poner a la venta por sus titulares.
También se mantenía la institución del mayorazgo por la que la herencia era trasmitida a un solo heredero, sin posibilidad de venta o división de los bienes sujetos al mayorazgo.
En la industria hubo novedades.
Los monarcas crearon manufacturas reales en las que el Estado se convertía en empresario, aportando los capitales necesarios.
Al lado, en toda Castilla, seguía la industria textil lanera, muy extendida por todos los lugares y trabajada en talleres gremiales.
Pero las zonas de mayor peso industrial fueron Valencia y Cataluña.
En la primera se desarrolló la industria de la seda; en Cataluña, junto a la producción lanera surgió en el último tercio del siglo las manufacturas de indianas (telas de algodón) que eran enviadas al mercado interior castellano y al americano.
La Ilustración. El despotismo ilustrado. La revolución liberal burguesa
El siglo XVIII es el de la Ilustración o Siglo de las Luces.
La Ilustración, cuyo sentido etimológico significa iluminación, hace referencia a la luz de la razón humana, es decir, a la confianza en la razón, como única vía para comprender y dominar totalmente el universo.
Los ilustrados se llamaban también a sí mismos filósofos o enciclopedistas.
Eran críticos con las bases sociales, políticas y culturales del Antiguo Régimen, es decir, con el sistema sociopolítico que había nacido en la época medieval, se había consolidado en los siglos XV al XVII y que estaba entrando en crisis a partir de la segunda mitad del siglo XVIII.
En el aspecto político, las ideas de los ilustrados podían derivar hacia un reformismo del Estado, en donde encaja el despotismo ilustrado, o bien hacia una ruptura con el Antiguo Régimen, a partir de un proceso revolucionario en el que la burguesía se constituye en clase revolucionaria.
Con el despotismo ilustrado, los monarcas aplicaban propuestas de los ilustrados, realizando reformas destinadas a obtener la felicidad del pueblo, considerado incapaz para regirse a sí mismo; de aquí la conocida frase: “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”.
Pero el despotismo ilustrado no tocaba lo esencial del sistema del Antiguo Régimen, el poder absoluto de los monarcas y la división estamental de la sociedad.
Para ello era necesario aplicar los principios defendidos por Montesquieu y Rousseau, que, respectivamente, defendían la división de los poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) y el principio de la soberanía nacional.
El logro de estas ideas pasaba por el triunfo de la revolución liberal burguesa, siendo la revolución francesa, en 1789, la primera en iniciarse en Europa y con la que da comienzo la Edad Contemporánea.
Como veremos, España no podía permanecer al margen de este proceso revolucionario, puesto en marcha el año siguiente de iniciar su reinado Carlos IV (1788-1808).
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